El muelle llegó a nuestra comunidad en el año 2003, son 17 años de verlo allí estacionado, y este tan en calma subir y bajar al nivel del río como comprendiéndose.

Metálico, se apresta como puente y como parqueadero para el paso de cosas y personas, en el que aguardan las canoas, vehículos motorizados acuáticos, que les transportan diariamente, al “otro lado” o “al filo” o expresos. ¿Cuál es su destino? ¿A dónde le llevamos? Diga no más.

Desde su llegada al pueblo, por la gestión de canoeros y el apoyo de algunas organizaciones, solo se movió una vez para taparle algunos huecos de manera temporal, pues los canoeros ya veían la necesidad de hacer un cambio total de láminas porque el paso del agua con sus partículas de arena ha ido carcomiendo sus latas gruesas sumergidas, al igual que las barras o pasamanos, pero estas, dicen los canoeros que lo habitan en sus jornadas de trabajo, por la sal del sudor.

Ahora, es nuevamente removido de su habitual lugar de estancia, reposo y actividad, se ha remolcado a una playa que se hace al otro lado del río. El paisaje cambió… y la expresión común de sus acostumbrados transeúntes era: “hace mucha falta el muelle”, “tan feo que se ve esto sin el muelle”. Mostrando con estas expresiones que muchos damos por hecho las cosas por estar ahí, pero nada es permanente, inmóvil o perpetuo, como dice Mercedes Sosa “todo cambia”, y un día pasamos a extrañar algo, como en este caso los canoeros y transeúntes extrañaban el muelle.

La rampa sin el muelle.

Fue removido y Condorito, el latonero, mecánico, especialista en arreglar, reparar e inventar en el ámbito de la mecánica, padre y, ya se puede decir, antiguo habitante de este entrañable pueblo, fue el encargado de realizar la reparación.

Maceta, soldadura, pulidora, latas, pintura, días, horas y constancia en mano fue haciendo el trabajo hasta que hoy 21 de enero se trajo de regreso el muelle, a su puesto, a su habitual lugar de estancia, reposo y actividad, vestido enteramente de amarillo, -la única crítica más a la vista- pues es lo más llamativo, remolcado por la canoa de don Leonidas, mientras Yorlan y Condorito empujaban para acomodar su trayectoria en el agua. Así el muelle fue acercándose tímidamente a la orilla del pueblo, para ser nuevamente el puente de estancia y tránsito a viajeros campesinos, afros, e indígenas, uno que otro turista y el lugar de reposo de los canoeros por el frescor de la brisa que recorre el río en estos tiempos tan calurosos.  

 

Quienes han podido se han sumado y aportaron, eso hace que la comunidad se renueve, crea y cree estas posibilidades, no queda más que agradecer a todos a quienes se han podido sumar, comité de veeduría, Gremios de canoeros, el proyecto Amazonía Joven e incluso gracias al rio y a la pequeña lluvia que aumentó el cauce del rio para cruzar de regreso el muelle, vuelvo a decir, como si se comprendiesen y nos comprendiera.